"Metamorfosis"

La transformación rara vez es cómoda. Hace falta un verdadero coraje para permitir que lo viejo se desmorone y así dejar espacio a lo nuevo.

En esta imagen, la mujer aparece con los ojos cerrados, como si hubiera entrado en un pasaje interior donde todo lo conocido comienza a agrietarse, a desprenderse, a desaparecer. Y, sin embargo, hay una fuerza tranquila en ese dejar ir.

Una oruga —símbolo eterno de la metamorfosis— se desliza lentamente por su сara. Su movimiento es como un viento frío de cambio: primero inquieta, luego despierta. Su camino es lento, sin prisa, pero inevitable como verdadero crecimiento.
Y su roce no se queda en la superficie: penetra hacia dentro, resonando con una tensión sutil que ya vive en el cuerpo.

Las grietas en la piel no son las heridas, sino un nacimiento e algo nuevo. No es un dolor que haya que evitar, sino un umbral que hay que atravesar. Ella no se resiste. Respira, acepta, y se convierte en vehículo de su propia transformación.

Esta obra no habla solo de los cambios. Habla de confiar en el cuerpo  que siente antes de que la mente entienda. Habla de una disposición profunda a dejar entrar a una nueva versión de ti misma, incluso si eso significa caminar entre el miedo y el deseo de crecer.

Preguntas de la oruga para tu contemplación y reflexión: